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En “Un minuto humano”, el libro en el que se inspira esta película, Stanislaw Lem analiza una obra imaginaria desde una perspectiva analítica.

Publicado: 12/07/2010

El autor toma la voz de un crítico literario mientras disecciona, con afilado verbo, entre filosófico y satírico, su contenido, resumido en datos binarios, números, estadísticas, y algún párrafo aclaratorio. Llega a la conclusión, después de despacharse a gusto con los autores, que la humanidad comienza a perder su sentido en el mismo momento en que trata de enumerarlo (literalmente), lo que la convierte en una entidad en vías de extinción, esencialmente absurda, desposeída de inventiva, previsible. Lo que en principio parece una crítica al Libro Guinness de los Récords, se transforma, en la pluma de Lem, en un mordaz ataque contra la propia sociedad que lo cobija.

Pater Sparrow (pseudónimo de Zoltan Verebes) se acerca al mismo libro imaginario desde una óptica diferente, más próxima al thriller tech-noir que a la reflexión filosófica que propugna Lem y, sin embargo, se emparenta con el trabajo del autor polaco en varios aspectos. El más evidente es que sus márgenes se presentan especialmente satíricos. El protagonista del relato, esta vez, no es un crítico literario de lengua viperina sino un investigador del Centro de Defensa de la Realidad (sic), de repente, enfrascado en una misión, cuanto menos, insólita. En una biblioteca de libro-antiguo, han aparecido, como llovidos del cielo, miles de libros iguales; todos comparten una misma portada,  un “1” pintado sobre fondo blanco, y un mismo contenido: fechas, cifras, números, en apariencia absurdos, que informan sobre lo que puede realizar el hombre –como especie animal- en un minuto. La plaga de libros no tarda en extenderse (los aficionados a la ciencia ficción no tardarán en asociarla tanto a la literatura de Nigel Kneale como a dos de sus extensiones apócrifas en el plano audiovisual: The Stuff de Larry Cohen o Halloween III de Tommy Lee Wallace). Entretanto, el investigador y su equipo encierran al dueño de la librería, a dos de sus empleados y a un cliente que dice provenir de El Vaticano en su cuartel general, tratando de desentrañar el misterio que rodea a dicha aparición, mientras procura evitar que la epidemia de libros iguales se extienda por todos los rincones del planeta.

El joven director húngaro, Peter Sparrow, se sirve de Lem en sus primeras secuencias: “Nadie lee; el que lee, no comprende nada; el que comprende algo, no tarda en olvidarlo”. También se adueña de su espíritu. Lo hace con un tono marcadamente pretencioso, formalista, en un marco contextual plenamente entregado a la ciencia ficción de perfil “hard”, curiosamente, partiendo de uno de los ensayos de Lem que más se aleja del género mismo, de su esencia. La película aboga por la denuncia; como toda la obra de Lem, lo hace entre líneas. La burocratización, la racionalidad, el maquinismo, se han adueñado de la Tierra en detrimento de la imaginación, según denuncia, con voz grave, uno de sus protagonistas. El nuevo Mesías, personalizado en un anciano de pose autocomplaciente y verbo distendido, preconiza la imaginación como vía de escape, como alternativa a la realidad que conocemos. Cuánto menos cabal y más espontáneo es el hombre, según Sparrow, más vivo y natural se siente. Lo hace recitando textos de Stanislaw Lem en mitad de un escenario preñado de imágenes de archivo, salas de interrogatorios, cámaras de seguridad, hombres fumando, interpretaciones histriónicas, máquinas capaces de interpretar los sueños, presentadoras de informativos vestidas con piel de leopardo, cuitas sociológicas de ascendencia lúcida…

La ópera prima de Sparrow, en fin, posee, por un lado, una dirección artística de gran inventiva visual y, por otro, un texto perspicaz pero denso repleto de proclamas dogmáticas y, sin embargo, le cuesta converger todos estos hallazgos en un mismo recipiente conceptual, como si formaran parte de compartimentos estancos, difícilmente conjugables sino a través de un ejercicio mental de naturaleza condescendiente cuya iniciativa debe partir, obligatoriamente, del espectador, lo que no parece mal plan para una película cuyo principal leitmotiv lo define, precisamente, una reivindicación manifiesta de la imaginación, entendida aquí desde una perspectiva esencialmente mística.

J. P. Bango

"1" de Pater Sparrow compartió el Premio Especial al Mejor Largometraje del Festival Internacional de Jóvenes Realizadores de Granada 2009 con "Made in Hungaria" de Gegerly Fonyö.

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yokeRPoker en 31/10/2011

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