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Ángeles y demonios

Los buenos y los malos, con sus máscaras y sus báculos, resolviendo o planteando jeroglíficos de ascendencia conspiranoica en la Ciudad del Vaticano y en sus alrededores (sí, esto incluye tomas de postal), profanando tumbas (como en La búsqueda), reinterpretando símbolos, también en bajorrelieve, luchando contra el tiempo y la burocracia, pronunciando frases solemnes, y algún chascarrillo ocurrente para solaz deleite de una platea entregada, con igual entusiasmo, al film y a sus palomitas.

Publicado: 22/06/2009

Todo bien mezclado y agitado por uno de los nuestros (David Koepp), con un ritmo vertiginoso y cimbreante (solo esto ya mejora su precedente), donde todo vale, y ya que hablamos del guión, incluso un giro final de corte redentor y previsible.

Robert Langdon se convierte en una suerte de Jack Bauer con greñas, lupa y sin pistola, mientras se empeña, con mayor acierto que voluntad, en salir indemne de todos y cuantos peligros van a acecharlo en esta singular investigación: ya sea un tiroteo, una explosión o una encerrona intramuros en los mismísimos archivos del Vaticano (que junto a la secuencia del museo, coches de lujo mediante, constituyen dos de los mejores segmentos de todos y cuantos componen este vibrante thriller). No es un superhéroe pero querría serlo: tal es su erudición, su capacidad analítica, sobretodo cuando se le compara con el resto de los investigadores que aparecen en la película. Es, en realidad, un personaje-instrumento: sin emociones, sin pasado, sin vergüenza. También esto formaba parte del texto de Dan Brown.

Precuela en formato paroxístico de El código Da Vinci, la principal virtud de Ángeles y Demonios es su lúcida reinterpretación del espectáculo de Serie A. No se trata tanto de una orgía pirotécnica nonsense (y ya se está convirtiendo en una constante, algo que agradecemos sobremanera), sino de una adaptación en formato hiperbólico de alguno de los apotegmas que han alimentando los best seller durante los últimos cuarenta años: un argumento recurrente, varios acertijos pendientes de resolver, personajes que ocultan lo que realmente son hasta las últimas líneas, y una trama pseudo-legendaria de carácter confabuladora, repleta de curiosidades historicistas de andar por casa, cuyo mayor aliciente va a servir, además, para animar no pocas conversaciones de almohada o de cafetería. La panacea, ya lo digo.

Despojado de la mayoría de las convenciones histórico-especulativas que hicieron famoso (y polémico) el original de Brown, el guión del dueto Akiva Goldsman y David Koepp, hace de Angeles y Demonios un tour de force tan inverosímil como divertido, preñado de trampas y de imposturas (que el propio Ron Howard no oculta, no sabría como hacerlo) pero también de epígrafes suculentos (ese Cardenal devorado por las ratas…), retazos de cine de ciencia ficción apocalíptica (esa bomba antimateria) y ni un solo momento de respiro (lo que ya es mucho decir, en un producto-fórmula de esta naturaleza). Se van a suceder, pues, sin descanso, muertes de carácter ritual, conspiraciones al más alto nivel, y un cierto trasfondo irónico (realmente, todos los miembros de los cuerpos de seguridad presumen de su idiocia), cuyo leitmotiv se radicaliza (y se desvirtúa) cuando sus actores comienzan a glosar la eterna dicotomía entre la Ciencia y la Fe (y aquí no hablamos de los Illuminati). Una constante en el cine actual, por ejemplo, en Sueños de Futuro de Alex Proyas, que ubica a la última obra de Ron Howard en su contexto. Hablamos, pues, de Ángeles y Demonios como un thriller de suspense parido en tiempo de crisis, siguiendo el modelo de los años setenta (que no refiere tanto al cambio como a la destrucción, al apocalípsis), de acuerdo a las prebendas que definen el star-system actual (al contrario que Charlton Heston, todo fisicidad en otros tiempos, el bueno de Tom Hanks no se quita ni la chaqueta), tratando de contentar a todos, en definitiva. Y lo consigue, no creáis. Esto lo saben bien sus productores.

Lo más destacado: puestos a acogerse a la cláusula de “todo vale”, que mejor manera de hacerlo que con intenciones hiperbólicas.

Lo menos destacado: el carácter ornamental y accesorio de muchos de los personajes (dibujados aquí por los guionistas como lo hacían antaño con los porteadores de las películas de Tarzán: aquí los devora un cocodrilo, allí se caen por el precipicio, ahí los parten en dos…).

Calificación: 6

J.P. Bango: http://bango.blogia.com/

Marcelo en 19/07/2009

Es una pelicula que entretiene. No da respiro. Me gusto mucho y sorprendio despues de ver tanto bodrio, saludos. MM

Esther en 02/07/2009

Pésima película que no logra ni el mero entretenimiento...Se reduce a un tour por todas las iglesias de Roma




http://esthercouso.blogspot.com/

Mario en 01/07/2009

He ido oi al cine y me a parecido una pelicula fantasticaa, hace tiempos que no veia una asii, no me defraudo el codigo da vinci y por supuesto esta tampoco¡ Saludos Mario.

J. P. Bango en 22/06/2009

Bueno, es que también es el director de Una mente maravillosa, y supongo que eso termina por retraer... Pero, sí. Frost/Nixon es una gran película; por momentos, mejor que "Buenos días, buena suerte" (y esto es una gran halago).

De ésta me quedo con la secuencia de la deoxigenación de la cámara del Archivo y el curioso giro de guión con el que se resuelve: la suerte. Solo por esto ya merece su visionado.

Saludos cinéfilos, camarada Carlos.

carlos polite en 22/06/2009

Mientras la película es una suerte de ginkana de iglesia en iglesia resulta de lo más amena y entretenida. Lástima ese último tercio en el que todo se resuelve de forma atropellada, previsible y absolutamente demencial. Resulta alarmante como de un tiempo a esta parte cerrar bien las películas se ha convertido en una pura utopía.

Por lo demás todo muy correcto, buen ritmo, Hanks bien gracias, mucha panorámica y como bien dices un por momentos sano todo vale. Curioso que tras la cámara esté el director de esa obra maestra que nadie vio y al parecer nadie alquila que es Frost/Nixon.

saludos.

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