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Transformers: La Venganza De Los Caídos

Me imagino la llamada de teléfono de Spielberg a Michael bay. Oye compañero, hemos ganado tanta pasta con la peli que habrá que pensar en una segunda parte, mira, aquí tienes 200 millones de dólares y monta un buen cristo. Me imagino también el primer día de rodaje tras movilizar a todo el casting, buscar localizaciones por medio mundo y tener bajo su servicio al mejor departamento de efectos especiales que nadie podría soñar. En ese preciso momento es cuando Michael bay se dio la vuelta y todo preocupado le comentó a su hombre de confianza: ¿A todo esto, alguien ha escrito un guión?.

Publicado: 28/07/2009

Vaya por delante que siempre he sido un defensor de Michael Bay y que desde luego sus películas no se caracterizan por tramas elaboradas ni por personajes profundos. Pero por dios bendito, Armaggedon resulta ser un Hamlet vitaminado en comparación con la película que me ocupa y con toda la basura que he tragado y sigo tragando en el cine a día de hoy, lo que no tolero es que me falten al respeto.

Lo que aquí acontece es una oda a la total y más absoluta estupidez. Pocas veces en mi vida había asistido a un espectáculo tan hueco y falto de emoción como este. Como bien decía, siempre he sido defensor de Bay a pesar de su tendencia al exceso más desmelenado. Su estética hiperactiva, videoclipera y de iluminación discotequera siempre le ha ido como anillo al dedo a sus películas y normalmente siempre la ha controlado de una manera eficaz, salvo cuando le ha dado por contar una historia algo más seria (léase la insufrible Pearl Harbour o la inicialmente apasionante y finalmente horrenda La Isla). Sin embargo este desmadre metálico es el primero de sus excesos sin sentido que se le va de las manos de muy mala manera.

El film avanza a trompicones en medio de un caos sin sentido donde se dan cita una calientabragetas de gasolinera en la figura de una curvilínea Megan Fox, a la postre lo mejor de la película y a la que es imposible quitarle la vista de encima incluso en medio de las más descacharrantes escenas de acción; Un improvisado salvador del mundo en la figura de un despistadísimo Shia Labeouf; Un insufrible Turturro (jamás pensé que pudiera decir algo así de él); Una caterva de robots a cada cual más pesado que no sabe bien que hacen, que quieren, ni porque no dejan de darse estopa durante toda la película; Una sucesión de interminables escenas de acción en la busqueda constante de un ruidoso y cargante más difícil todavía que llega a la desfachatez más absoluta en su bochornoso clímax final en la pirámides; y sobretodo una sucesión interminable de chistecitos dentro de esa molesta manía de muchas películas de acción de hoy en día en las que cuando no estoy liquidando al personal te suelto el último de Barragán (o te llamas Mclaine o no tiene ni puta gracia). Todo ello en unos interminables 140 minutos. Sí, sí, 140 minutos y sin guión, todo un logro.

Es una verdadera lástima que se haya llegado a un punto en el que la falta de respeto al espectador en este tipo de productos sea el sello de fábrica. Antes el rompetaquillas de verano era otra cosa. La superproducción no debería estar reñida con la calidad, pero evidentemente los parámetros del mercado han variado tal y como lo demuestra el tremendo éxito que el film ha cosechado en todo el mundo, salvo en España, tenemos amenaza clara de tercera parte. Un frío Apocalipsis de metal hueco.

Carlos Polite

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DDLM's en 29/09/2009

calientabragetas, jaja

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