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S.Oficial: "Serbis" de Brillante Mendoza

Publicado: 06/05/2009

No es "Serbis" el mero esfuerzo de un realizador que aprovecha la relativa generosidad de medios y el salto a formato cine para incrementar en términos cuantitativos los lugares comunes que pueblan su particular imaginario. El que hasta ahora había sido cronista oficial de la podredumbre moral, el desarraigo y la corrupción política de la Manila contemporánea, abandona singularmente la panorámica colectiva en pos de un nuevo foco de interés.

OF_Serbis_02El objetivo groseramente hiperrealista de Brillante Mendoza, capaz de aprehender la sordidez que rige el día a día del "philipine way of life" cuando la miseria es el único motor existencial, penetra ahora en las fisuras de un clan familiar que se desmorona tan vertiginosamente como el cochambroso negocio que regenta. Un cine de los que ya no existen donde en sesión continua se programan grotescas cintas eróticas de serie Z. Un local de escaleras y recovecos laberínticos donde el calor es sofocante y la mugre inunda las estancias. Es el último vestigio en descenso hacia la bancarrota de un tiempo perdido en la que las carteleras eran pericia de artesano y la proyección manual un trabajo respetado. Simples indicios de una época de esplendor cuyos restos conservamos como el celuloide gastado y quemado que abre y cierra el largometraje.

Asediados por una anárquica vorágine de ruidos incesantes que nos recuerdan que más allá de las puertas del Family se abre el infierno de la capital filipina, la familia Pineda sobrevive entre carencias y despropósitos en su propio espacio claustrofóbico. El de San Fernando perfila con trazo grueso las interioridades de sus antihéroes como si de los protagonistas inconscientes de una impúdica soup opera se tratase, en el punto justo donde el drama descarnado y el cinema verité se dan la mano. Manteniendo la ambigua distancia que lo emancipa de todo discurso valorativo y bordeando el peligroso linde de lo gratuito, el director de "Tirador" reincide en la cámara esquizofrénica de nula estaticidad y en la textura de la náusea para exhibir sin tapujos ni cortapisas todo cuanto sucede en su microcosmos. Mientras los miembros de esta parentela se aferran al presente para sobrellevar a duras penas sus desdichas personales, los pasillos del establecimiento se convierten en punto de encuentro para jóvenes que tiempo atrás perdieron su inocencia y la oscuridad de la sala es propicia para que tipos anónimos ofrezcan sus servicios sexuales a cambio de unos pocos pesos. Entre lo explícito y lo íntimo, Mendoza hace público aquello que la penumbra apenas si puede ocultar. A diferencia de la obra de Tsai Ming-liang (no son pocas las reseñas que sitúan ésta en la órbita de "Goodbye Dragon Inn" por razones evidentes), los encuentros furtivos que predisponen los recodos del lugar no son tanto el fruto del silencioso deambular de seres insatisafechos y alienados que hallan en ellos su única vía de comunicación, sino más bien la consecuencia de la cara más desinhibida e instintiva de lo humano, cuando las necesidades primarias son el límite último de nuestros actos.

OF_Serbis_01Pero aquí la auténtica tragedia es la de un matriarcado que se desploma como las paredes del recinto. Si el rostro de Nanay Flor apenas si puede disimular el cansacio que la pugna legal con su marido y las irresponsabilidades de sus descendientes le provocan, a su hija Nayda las circunstancias la obligan a llevar las riendas de los suyos entre la ternura y la desazón, ahora que el implacable paso de los años no ha dejado rastro de aquella muchacha que se casó con un hombre tontorrón incapaz hoy de manejar la cafetería del cine sin caer en la picaresca de adolescentes pendencieros. Los nietos son testigos precoces que a través de las esquinas espían el incipiente despertar sexual de sus hermanos mayores, los mismos que se muestran indefensos cuando se sienten incapacitados para dar la cara ante un embarazo no deseado. Con amargura, todos optan por traicionar a sus progenitores por el vil metal, por lidiar resignados con las tribulaciones de la vida o por huir en silencio al ocaso entre manifestaciones populares de fe ciega.

Extasiados por la mirífica belleza de lo hediondo, descubrimos en "Serbis" una proposición en la que no se escatima ni en crudeza ni en rotundidad para plasmar sobre el lienzo polvoriento felaciones espontáneas, primeros planos de cuerpos desnudos y forúnculos infectados o la opresión que ostentan aquellos que mantienen el monopolio de la violencia. Pero sobre todo ese hedor casi perceptible que emana de retretes inmundos y alcobas que apestan a fluidos corporales. Nadie como el filipino para columbrar la exigüidad de las clases marginales que malviven en las grandes metrópolis del planeta.

La primera obra de madurez de Brillante Mendoza, plenamente lúcida y sin pretensión alguna de corrosividad, si bien no es un ejercicio de pasmoso seso narrativo, es prueba de un innegable talento para explotar con virulencia los recursos propiamente cinematográficos y reciclarlos como herramientas útiles en su descripción de lo que significa vivir al límite cuando cada día puede ser el definitivo. Y en ese sentido, me quito el sombrero ante el empleo que de los mecanismos de ficción hace el mejor reportero gráfico que ha conocido este país en vías de desarrollo.

DAVID LÓPEZ

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