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Una Cierta Mirada: "Nymph" de Pen-ek Ratanaruang

Publicado: 14/06/2009

Puede que en manos de muy pocos resida el talento necesario para desplomar cualquier tipo de expectativa recurriendo como carta de presentación a un plano secuencia modélico. Un plano secuencia capaz de trazar las líneas maestras de la narración ulterior jugando con el tiempo y el espacio cinematográfico con la conveniente habilidad técnica y descriptiva que requiere dicho recurso. En ese sentido, la apertura de "Nymph" no podría ser más ambiciosa. Con un prodigioso uso de la steadycam y emancipando a su antojo el objetivo de la cámara con respecto a la acción principal (una autonomía que no dista demasiado de la filosofía abrazada por Lisandro Alonso en el punto de partida de "Los muertos"), Pen-ek Ratanaruang demuestra inusitada seguridad novelando en imágenes la introducción, el nudo y el desenlace de una leyenda folclórica acerca de la violación y posterior asesinato de una joven en un bosque sin nombre. Un cuento de medianoche cuya conclusión se precipita con la aparición en la ribera del río de los cuerpos sin vida de sus agresores y que desgraciadamente representa el canto del cisne en lo que a calidad se refiere para un largometraje endeble, poco fluido y de una futilidad desarmante.

nymphpicpicComo si se tratase de una revisión en clave sobrenatural de "Ploy", el tailandés reincide en sus obsesiones recurrentes (la dificultad que preside la relación de pareja y la caducidad del amor) a la hora de embarcarse en su primera y ambigua incursión en el terreno del cine de género, obteniendo resultados no del todo confortables y confundiendo mayor accesibilidad con acusada carencia de densidad. Así, ahogando los elementos fantaterroríficos en una marea de ecos melodramáticos de considerable inclinación hacia la fábula ecologista y el misticismo salvaje, Ratanaruang se obnuvila con sus etéreas pesquisas en torno a la incomunicación y la infidelidad conyugal.

En principio, relega nuevamente el protagonismo a un rol femenino dominado por impulsos contradictorios. Así define la conducta de May, una urbanita de vida deshogada. Disfrutando de una carrera profesional ascendente, no parece carecer de nada. O casi nada, pues el vínculo con su marido se manifiesta distante y quebradizo. Nop la quiere y respeta, pero algo inevitablemente falla. Lo suficiente para arrojarla a los brazos de Korn, otro hombre casado. Sin embargo, un acontecimiento indescifrable se convertirá en el revulsivo que necesita la pareja para aproximarse. Un reportaje gráfico sobre la fauna de un ecosistema selvático que Nop recibe como encargo, sumerge a ambos en las profundidades de una jungla a cuya salida nunca volverán a ser los mismos. Mientras May es proclive a la discusión y se obstina en no abandonar su ordenador portátil y su móvil, Nop cae embelesado ante su enigmático embrujo. Tras sentirse fascinado por un insólito árbol que halla en sus entrañas, desaparece sin dejar rastro alguno. La búsqueda infructuosa de May y los lugareños provoca el retorno en solitario de ésta a la gran ciudad, con la incógnita irresoluta del paradero de su compañero y las extrañas circunstancias que rodean su volatilización. Pero Nop regresará al hogar, aunque no como May esperaba (concebida su espectral reaparición como un calco, intencionado o no, de "Los otros" de Alejandro Amenábar).

Haciendo más legible y visible que nunca su aviso (¿era irremediable una línea de guión como "si dañas los árboles, ellos te lastimarán"?), Ratanaruang redondea su trama de infidelidades y desengaños reflexionando sobre un hombre moderno y tecnológicamente civilizado que recupera su naturaleza primigenia y se abandona en su dimensión más agreste e inconsciente. Emulando con frutos muy dispares la mística exótica de "Tropical Malady", el director de "Last life in the universe" evoca con desangelado romanticismo y sensualidad su encuentro animista con las fuerzas naturales, ofreciendo poco más a lo largo de una ficción repleta de altibajos que se obceca en la autorrepetición y que cierra de par en par las puertas a cualquier atisbo de profundidad en todo cuanto concierne a su subtexto. Y es que es una verdadera pena que la última pieza de un cineasta que debiera aspirar a la categoría de referencial quede en el recuerdo como acertado homenaje póstumo a Wouter Barendrecht por encima de cualquier otra virtud constatable.

DAVID LÓPEZ

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