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China DVD: "Lost in Beijing"

Publicado: 23/02/2008

Mucho ruido y pocas nueces. Un eslogan perfecto que podría describir rigurosamente la impronta que deja en el espectador “Lost in Beijing” de Li Yu, un film que pasó desapercibido en su pase en la Berlinale 2007 pero que ha provocado todo un revuelo en la red tras las censura sufrida en China, hecho que por otra parte ha supuesto un éxito considerable en la venta de copias pirata de la cinta.

Curiosamente, en los créditos de la película encontramos como productor y coguionista a Fang Li, responsable financiero de otra víctima reciente del Departamento para la Administración de Cine, Televisión y Radio de China. Me refiero concretamente a la inmensa “Summer Palace” de Lou Ye, una obra vigorosa y deslumbrante objeto de todo tipo de prohibiciones en su país de origen y relativamente aplaudida en festivales internacionales (sin ir más lejos, Durián de Oro en el Festival de Cine Asiático de Barcelona del pasado año). En uno y otro caso, el origen de la reacción por parte del implacable tribunal inquisitorial chino lo descubrimos en cortes no autorizados estrenados en prestigiosos certámenes europeos (Berlín y Cannes), las supuestamente escandalosas escenas de sexo y la hiriente descarga contra el régimen establecido, siendo esto último mucho más evidente en la película de Ye (con la cruenta recreación de la represión cernida sobre las protestas de la Plaza de Tian'anmen en 1989) que en la de Yu. Precisamente el que ha salido peor parado de esta situación ha sido el director de “Suzhou River”, que no podrá filmar en localizaciones chinas durante los próximos cinco años, frente a los dos años de destierro profesional que afectarán a Yu.

Por supuesto, sobra decir que en “Lost in Beijing” el sexo sigue tratándose con un pudor extremo, por más que algunos vean vicios, parafilias y provocaciones pornográficas donde no las hay. En este sentido, lo más relevante de esta irregular película es su retrato de la nueva jerarquía de clases fomentada en la China actual, dibujando un panorama de ricos y pobres absolutamente desequilibrado y vergonzante.

Yu orquesta su denuncia del mapa geopolítico contemporáneo de su país confrontando a dos matrimonios de muy distinto estrato social - económico. An-kun (Tong Da Wei) y su esposa Ping-guo (Fan Bingbing) viven en un piso cochambroso en el barrio más pobre de la capital con unas condiciones de vida deplorables. An-kun trabaja limpiando los imponentes ventanales de cristal que exhiben los no menos impresionantes rascacielos que poco ha poco han ido forjando el skyline de una ciudad proyectada a la vorágine de la economía de mercado. Ping-guo (eje central de la historia cuyo nombre da título al film en su versión original) ejerce de masajista en un popular local regentado por Dong (Tony Leung Ka-Fai), un hombre que ha prosperado rápidamente en su negocio y representa el perfil del nuevo rico siempre ansioso por ampliar su capital aunque ello suponga la explotación de su personal. Dong está casado con Wang-mei (Elaine Jin), una mujer de mediana edad insatisfecha, consciente de las infidelidades de su marido, pero que aguarda silenciosa en el lujoso hogar familiar disfrutando de los parabienes y el confort que otorga su ascendente status social. El destino de estos cuatro personajes acaba fundiéndose cuando Dong aprovecha el estado de embriaguez de Ping-guo y la fuerza sexualmente, antes de ser oportunamente sorprendidos por An-Kun. Lo que en un principio parecía orientarse hacia una lucha por la supervivencia entre el pez grande y el pequeño tornará hacia algo bien distinto. Aunque An-Kun (que ya ha iniciado como venganza una relación adúltera con Wang-mei) quiere denunciar a Dong por violación, el inesperado embarazo de Ping-guo cambiará por completo la relación entre ambas parejas. Por un lado, Dong quiero cuidar al futuro retoño en caso de que el niño sea realmente suyo, por lo que está dispuesto a pagar una incalculable suma de dinero por él. An-Kun y Ping-guo, asumiendo su difícil posición económica y obviando el aborto como primera solución, aceptan el acuerdo, convirtiendo al bebé en poco menos que otro producto de consumo. Pero lo que mal empieza, mal acaba.

Aunque el desarrollo de esta trama sufra de considerables lagunas y las acciones/reacciones de los personajes resulten sinceramente poco creíbles, es interesante la descripción de una serie de estereotipos que fijan dos polos distintos del progreso económico y tecnológico de China. En el caso de Dong, Yu nos presenta a un tipo sin escrúpulos, obsesionado con el dinero, que vive en una chirriante y hortera mansión en el barrio más distinguido de Pekín, junto a una mujer a la que no desea y ha sustituido por encuentros furtivos con prostitutas. El prototipo de persona que afirma poder comprar incluso el alma humana con la suficiente cantidad de vil metal. Por el contrario, An-kun y Ping-guo sobreviven cada día en condiciones pésimas y un futuro más bien incierto. Entre la desesperación y el deseo de alcanzar las posibilidades de bienestar que ofrecen los bienes y servicios que su país pone en bandeja de plata a los poderes acaudalados, ambos se sienten impelidos por las circunstancias a aceptar el trato de Dong. Es sorprendente como esta humilde pareja transforma los primeros resentimientos tras la violación en un ascendente ímpetu por acceder a ese mundo chic que hasta entonces les había cerrado todas las puertas.

Yu se muestra especialmente maliciosa cuando filma a An-kun y Ping-guo con un deprimente trasfondo urbano en el que los edificios derruidos, recuerdo en peligro de desgraciados tiempos pretéritos pero no muy lejanos, contrastan con el extraño paisaje que organizan las grúas de construcción y las portentosas torres que se lanzan hacia los cielos. Es la cruzada interna de la nación que este año oficiará de anfitriona de los Juegos Olímpicos. Claro está, el mensaje es tan comedido que comparado con los últimos largometrajes de Jia Zangke, Wang Bing o Feng Yan no destaca por su valentía, conformándose con firmar un drama discreto en sus pretensiones voyeurísticas o enjuiciadoras, así como en sus logros reales finales.

David López

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